(de un blog) |
Soy torpe. Y cuando digo torpe me refiero a una lista muy larga de cosas que me han alterado y me han hecho odiarme muchas veces.
Sin embargo, reconozco que para algo uno madura y es adulta porque aprendí a reirme de mí misma y a aceptar lo que nunca pude cambiar: soy TORPE.
Me resulta difícil comenzar una conversación con quien sea sin trabarme un poco con las palabras. Me acostumbré a que me pidan que repita la frase. Porque claro, ni yo me entendí lo que dije.
Ni hablar de una charla por teléfono. Probablemente no sepa cómo encarar la charla y dé muchas vueltas hasta animarme a llamar. Y comience con un pequeño tartamudeo pero tartamudeo al fin.
Luego están las manos. Me resulta dificilísimo coordinar mis manos bien. Es decir, cuando debo ser lo más ordenada posible, seguro que mezclo papeles que se caen, enriedo cables que no deberían enredarse, agarro demasiadas cosas en un sólo instante y es casi un hecho que algún desastre me mando. Destrozo lo que no debía aplastar, tiro al piso lo que no debía romper. Ensucio lo que no debía ensuciar. Pronuncio las palabras que no debía pronunciar.
Es difícil explicar lo que es convivir con la torpeza.
Por suerte no vivo en el suelo. Aunque puedo enumerar las veces que perdí la elegancia últimamente. Y no fue en un lugar privado, naaaa. Caída bajando un escalón, frente a niños de la escuela de mis hijas, también caí en la vereda de Carlos Pellegrini frente a indiferentes peatones acelerados que me esquivaron. Y la última fue en el medio de la calle, caída de rodillas, pero irguiéndome con prisa porque venía un veloz auto asesino, y porque el orgullo me tiró de los pelos hacia arriba. En general, fueron siempre caídas con la misma recuperación de un resorte. Pero caídas al fin.
Lo difícil es convivir con la gente antitorpe, que no te perdona ni una duda, que te mira desde arriba midiéndote por cada macana que te mandás, por cada frase que no podés elaborar. A la que no le podés explicar rápidamente que te iba bien en la escuela, que las cuentas te salen bien, que tu memoria es prodigiosa, que tu sentido común funciona bien. Pero que no podés evitar ser torpe.
Desde aquí inicio una campaña. La campaña de antidiscriminación hacia los torpes. Como yo.
Yo te quiero y te acepto, aún cuando no entienda tus términos argentinos cuando hablamos, como "remera" ajajjajajaj y otros más.
ResponderEliminarY me uno a tu campaña, porque no hay razón alguna para discriminar, los torpes son aquellos que discriminan.