jueves, 1 de mayo de 2014

LOS BUENOS MODALES y UNA PERSONA MARAVILLOSA


Sonríe!!!!!!
Purmamarca,Jujuy
     Entiendo que tener buenos modales es algo que me han metido en la cabeza desde chica, tanto en mi familia como en la escuela. Es algo que, aún busco entender el motivo, pareciera que entró en decadencia en Buenos Aires. Nombro sólo esta ciudad porque probablemente no ocurra en todas las sociedades del país. De hecho, recuerdo con placer el maravilloso trato de la gente del Noroeste argentino, cuando viajé hace poco tiempo.

     En cambio en Buenos Aires, cuando uno entra a algún lugar cerrado como un comercio, o una sala de espera de un consultorio médico, lo miran con desconfianza si uno tiene la ingenua idea de saludar a la gente presente. Como si uno se tomara demasiadas atribuciones, como si uno se pasara de confianza con ellos. Aquí nadie saluda. Sólo yo y unos pocos.
La vida es mejor si la encaras con mucha miel
     Sin embargo, pese a los dieciocho años que vivo aquí, aún no me acostumbro a esas miradas bajas, escondidas, que transmiten el claro mensaje de "no me molesten". Será que nací en un pueblo pequeño donde nos saludábamos a cada segundo porque nos conocíamos todos (aunque eso fuera a veces no muy agradable, porque a veces uno no tenía ganas de hablar con nadie). Será que no me acostumbro porque no me molesta saludar y ser amable porque amo que sean amables conmigo. Pero esta costumbre molesta muchísimo a muchísima gente.
Lo comprobé y lo compruebo a diario, y mis hijas lo han sufrido en su propia escuela, donde está de moda el maltrato.

     Pareciera que lo que afirmo es un invento de mal gusto, sin embargo es cierto. Hay escuelas donde está institucionalizado el uso de los MALOS MODALES. Es decir, cuánto más uno trata con malhumor a los demás y más cara de hastío le pone al otro, más popular se logra ser. Algo que en los grupos sociales estuvo anhelado desde siempre.
     Resulta ser que si por aquellas casualidades un chico tiene padres que le enseñan a decir gracias, o pedir permiso, lo miran como bicho raro. Eso les pasaba a mis hijas en la escuela que las recibió con apenas 3 añitos y en la que estuvieron durante 10 años una, y 12 años la otra. La grosería allí estaba institucionalizada entre muchos chicos. Una pena para ellos que se pierden el disfrutar de las buenas costumbres.

   Pero por suerte uno puede hacer cambios en su vida y comparar. (Este año ellas se cambiaron de escuela). Y resulta que uno se encuentra con alguna gente que se mueve del mismo modo que aprendimos desde chicos. Gracias a Dios existe mucha gente  maravillosa que simplemente se expresa naturalmente, con la sensibilidad que le da un buen corazón y una buena educación desde pequeños.

      Puedo hablar de mucha gente, de mis queridas amigas argentinas o del caso de mi amiga canadiense que es sencillamente maravillosa. Pero eso quiero contárselos en detalle en un próximo post.
     Ahora les quiero contar lo que significa para mí  ir al médico otorrinolaringólogo. Porque la secretaria del doctor, su esposa, es simplemente encantadora. Supongo que el DNI informará que se acerca a las siete décadas, lo juzgo por la edad de sus hijos, pero yo digo que su rostro, su alegría y su espíritu no tienen edad. Su espíritu es y será siempre joven.
En un momento se lo dije. Porque estoy asombrada de que luego de ir a distintos consultorios por distintos motivos, me encuentre con alguien que tenga ganas de hablar con la gente.
Sí, alguien en Buenos Aires tiene ganas de hablar con la gente.
     Ella es así, simpática, agradable, charlatana y hermosa. Con la sabiduría que le dio su profesión y el ser madre de cinco hijos, ya adultos todos. Su charla puede que espante a algunos que suelo ver mirando el piso, como rogando que ella no se inmiscuya en sus pensamientos. Pero a mi me fascina que me hable. Me fascina que tenga siempre instalada una sonrisa y que sea parte de mi dicha pasajera, pero dicha al fin.
    Y hemos cambiado el mundo en esos minutos de gloria. Cada vez que me voy de ahí siento la congoja de no poder seguir compartiendo la alegría de esa alma maravillosa. Algo que no me pasó jamás en la vida con alguien que no deja de ser una extraña pero que es imposible no querer en tan poco tiempo. Gracias Susana por alegrarme los minutos cada vez que te veo y por dejarme compartir tu calidez.
     Como se dice en la Argentina: para tenerla en la mesita de luz. Gracias.

1 comentario:

  1. Yo también estoy harta y cansada de la grosería institucionalizada (adoptaré este término en mi vocabulario porque es 100% cierto).

    Voy a generalizar, pero aquí en Vancouver nadie da las gracias ni dice buenos días, tardes, ni dicen "salud" (o el equivalente) cuando uno estornuda (insisto, esto es generalizado, claro que hay excepciones).

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