NACÍ EN VERÓNICA. UN PUEBLO MARCADO EN MIS GENES.
Dicen que los primeros años de vida se marcan a fuego. Puedo asegurar
que es así. Porque hoy soy lo que en parte mi pueblo hizo de mí. Épocas
muy distintas a éstas, donde la tecnología nos ha robado el ocio y los
silencios.
Cuando nací era un pueblo muy joven, de apenas 53 años.
Fue en una clínica que había frente a las vías (atendían los doctores Parera, Mémoli y otros), cerca del paso a nivel. Allí fui unas de
las primeras en nacer. Mis padres venían de Bahía Blanca, con mi hermana
Viviana de apenas un año y un mes y un día. Nací con un pediatra
nervioso, según mi mamá, porque el obstetra tenía que llegar de La
Plata. Y la ruta 36 no estaba pavimentada, era de barro más
precisamente. Pero todo salió OK.
Decir Verónica es inundarme de infinitas imágenes. Estas son algunas.
Muy pequeña, recuerdo que dos años nos instalamos en pleno campo, cerca
de la Base Punta Indio.
Pegados a nuestra familia amiga, los Idiarte. Y
casi podría asegurar que fueron unos de los años más maravillosos de mi
vida. Chapotear en los charcos luego de la lluvia era lo más, pasarse
al campo vecino y patotear a alguna vaca tranquila tenía lo suyo, y
cortar florcitas rojas silvestres era simplemente genial, entre tantas
cosas. Teníamos huerta, pollos, y muchos paneles de abejas, dado a que
mi papá se dedicaba a la apicultura en sus tiempos libres. Allí pude
diferenciar las picaduras de abejas rubias, de abejas negras, avispas y
tábanos también! Casi un año sin electricidad, con “sol de noche” y
velas, y heladera a querosén!!!, atrapando bichitos de luz por las
noches. Años 70. Junto a la familia Nash, otras personas y mi papá, los
acompañé curiosa, en la aventura de instalar postes de luz, y traer
cables a lo largo del camino entre la Base y el pueblo. El día que “se
hizo la luz” en casa fue un festejo.
Luego ya nos fuimos frente a
las vías, frente al aserradero Wernish. Incontables aventuras con mis
vecinos Spinetti. Piedritas sobre las vías, esperando que pase el tren
para ver cómo las trituraba.Horas de pileta en “la Cabaña” (CUSOPI), con
tardes riquísimas de sándwich y una helada botellita Cindor.
Días
tranquilos y seguros. Bicicleta a full a comprar figuritas para la
escuela. Viaje a la Escuela 15 en bici, la que quedaba en la vereda, sin
dudar de que me esperaría a la salida. En casa se esperaba al lechero
(Idiarte), que nos dejaba la botella llena y se llevaba el dinero
apoyado en la vereda, sin miedo también, a que alguien se quedara con lo
ajeno. El auto se estacionaba en la calle con las llaves adentro.
Vida sin celular donde el horario de vuelta a casa se respetaba a
rajatabla, sino había problemas en casa. Golosinas compradas en “La
Esquinita” antes de la entrada a la escuela. El sonido de la campana
(…en ese entonces alguien me había contado que existían escuelas con
tiembre!!!!!!). Los parlantes en cada aula que eran ¿conexión directa
con el director Raúl Zerboni?...nunca pude saber si eso era cierto. Pero
servía…nos obligaba a callar. Pessano, Elsa de Silvestri, Edy de Badía,
entre tantas. Maestras que adoré en mi niñez.
8 de Diciembre 1975.
No pudimos estrenar en la Iglesia los angelitos pintados para la
ocasión, en celeste y en rosa. La comunión de mi hermana y mía se
suspende. Brutal tornado deja a muchos sin techo, a mi papá con un
vidrio clavado en el pie por un árbol derrumbado sobre mi casa. La
tomamos a los 15 días, festejo sin familia porque no había cables, ni
comunicación más allá del pueblo. Era la época de la incomunicación.
Épocas sin Internet, de lecturas plenas con libros de la Biblioteca del
pueblo. Visitas asiduas ya que no existía Google, ni nada parecido.
Tecnología cero. Íbamos a la “Unión Telefónica” (¿¿"hablaron"??)y
hacíamos cola para que nos comuniquen con quien tenía la fortuna de
tener un teléfono fijo.
Y si de viajar se trataba, sacábamos pasaje
para despegar en micro junto al “Río de la Plata” que nos paseaba antes
por Punta Indio.
Ojo que había micro que nos comunicaba con la Base. Había que esperarlo en la garita de la plaza. Si esa garita hablara...
Abril de 1979, pase de mi papá a Ushuaia. Dolor desgarrador en la
despedida. Porque intuía que nada volvería a ser igual y así fue.
Volví en 1983 ya adolescente. Terminé allí la secundaria, en la ya EDEM
Nro 2. La misma escuelita 15. Con sus recovecos, con los vuelos
rasantes de algún murciélago. Romano, Sisti, Regis, Tellediarte, y
tantos profes grabados en el corazón. Llegaron épocas de La Casa de la
Cultura con exposiciones, charlas. Muralismo en las medianeras del
terreno de la parroquia.
Indecisiones con mi carrera a seguir, que
si Derecho, que si Ciencias Económicas…pero mi amigo Polo Márquez y
nuestras infinitas charlas me decidieron por el Periodismo.
Cantos de gallos al amanecer. Ruido de aviones por las tardes, horas de
siesta. Silencio absoluto en el pueblo. Negocios cerrados
religiosamente. Y la vida volvía luego de las 5 de la tarde. Caminatas
por la plaza los domingos. El sonido del silencio los fines de semana.
Danza jazz y gym en lo de Toti Iriarte. Encuentros en el “Pool” frente a
la plaza. Eso era “la previa”. Vueltas en auto por el pueblo. Bailes en
el Club Verónica y en el salón Parroquial. Y en ocasionales boliches.
“Asaltos” en casas de compañeros. Comida las chicas, bebida los chicos.
Longplay y cassettes por kilos. Rock nacional a más no poder.
Enganchados de Paul Lezica, lentos. En esa época necesitábamos de los
lentos. Cine y fiestas en la Base. Cine frente a la plaza. Corsos,
espuma y disfraces en el verano. Picnics en bicicleta al río y festejos
de la primavera, carrozas incluídas. Baile esperadísimo con la elección
de la Reina. Y mucho amor revoloteando los corazones.
1985 egreso
y viaje a Bariloche. 1986 le digo chau a mi querido pueblo para
estudiar Periodismo en La Plata. Pocas veces volví, ya que mi familia se
instaló en Mar del Plata. Pero pude reencontrarme con mis compañeros en
1995: Cesaroni, Demarchi, Parera, Díaz, Christiani, Vuckovic, Badr,
Zúñiga, Miele, Rey, Braco, Perasso, Castro Fox, Bekiesz, Fedyna,
Barrone's, Franzoni, Larroque, Clemente, Mario, Betelú, de la Iglesia,
Chiapperini's, Pissaco, Silva, Parma, Kulhavy, Mallat y muchos más.
Pero aún arrastro el ritmo tranquilo aprendido. Aún me persigue la
frecuencia despreocupada que viven los que saben vivir sin apuros. A
veces los aires porteños, me sacan de mi paciencia y me desestructuran
un poco, pero siempre vuelvo a mi esencia. Sin histerias y sin grandes
complicaciones. Porque como dicen los que saben, los primeros años de
vida nos marcan a fuego.
En septiembre del 2009 tuve el placer y la
emoción de acompañar a mi amigo Lalo Molina en la conducción de la
Fiesta del Reencuentro y me di el gustazo de abrazar a mucha gente
querida. Y por cosas de la vida no pude volver otra vez. Pero estoy
segura de que cuando se organice algún otro encuentro, allí estaré, para
poder volver a abrazar a tanta gente que forma parte de mi historia, de
mi vida.
Todo eso y tanto más me lo llevo en el corazón. Y en este
año que es de festejos, me inunda una alegría especial, saber que en su
verde, en su naturaleza privilegiada, esta tierra me vio nacer.
100
años ya. Feliz festejo para todos los veroniquenses nativos o por
opción. Siento un orgullo muy especial pertenecer a mi pueblo. Mi
querida Verónica.