martes, 31 de marzo de 2015

NACÍ EN VERÓNICA. UN PUEBLO METIDO EN MIS GENES



NACÍ EN VERÓNICA. UN PUEBLO MARCADO EN MIS GENES.
Dicen que los primeros años de vida se marcan a fuego. Puedo asegurar que es así. Porque hoy soy lo que en parte mi pueblo hizo de mí. Épocas muy distintas a éstas, donde la tecnología nos ha robado el ocio y los silencios.
Cuando nací era un pueblo muy joven, de apenas 53 años. Fue en una clínica que había frente a las vías (atendían los doctores Parera, Mémoli y otros), cerca del paso a nivel. Allí fui unas de las primeras en nacer. Mis padres venían de Bahía Blanca, con mi hermana Viviana de apenas un año y un mes y un día. Nací con un pediatra nervioso, según mi mamá, porque el obstetra tenía que llegar de La Plata. Y la ruta 36 no estaba pavimentada, era de barro más precisamente. Pero todo salió OK.
Decir Verónica es inundarme de infinitas imágenes. Estas son algunas.
Muy pequeña, recuerdo que dos años nos instalamos en pleno campo, cerca de la Base Punta Indio.

 Pegados a nuestra familia amiga, los Idiarte. Y casi podría asegurar que fueron unos de los años más maravillosos de mi vida. Chapotear en los charcos luego de la lluvia era lo más, pasarse al campo vecino y patotear a alguna vaca tranquila tenía lo suyo, y cortar florcitas rojas silvestres era simplemente genial, entre tantas cosas. Teníamos huerta, pollos, y muchos paneles de abejas, dado a que mi papá se dedicaba a la apicultura en sus tiempos libres. Allí pude diferenciar las picaduras de abejas rubias, de abejas negras, avispas y tábanos también! Casi un año sin electricidad, con “sol de noche” y velas, y heladera a querosén!!!, atrapando bichitos de luz por las noches. Años 70. Junto a la familia Nash, otras personas y mi papá, los acompañé curiosa, en la aventura de instalar postes de luz, y traer cables a lo largo del camino entre la Base y el pueblo. El día que “se hizo la luz” en casa fue un festejo.

Luego ya nos fuimos frente a las vías, frente al aserradero Wernish. Incontables aventuras con mis vecinos Spinetti. Piedritas sobre las vías, esperando que pase el tren para ver cómo las trituraba.Horas de pileta en “la Cabaña” (CUSOPI), con tardes riquísimas de sándwich y una helada botellita Cindor.
Días tranquilos y seguros. Bicicleta a full a comprar figuritas para la escuela. Viaje a la Escuela 15 en bici, la que quedaba en la vereda, sin dudar de que me esperaría a la salida. En casa se esperaba al lechero (Idiarte), que nos dejaba la botella llena y se llevaba el dinero apoyado en la vereda, sin miedo también, a que alguien se quedara con lo ajeno. El auto se estacionaba en la calle con las llaves adentro.
Vida sin celular donde el horario de vuelta a casa se respetaba a rajatabla, sino había problemas en casa. Golosinas compradas en “La Esquinita” antes de la entrada a la escuela. El sonido de la campana (…en ese entonces alguien me había contado que existían escuelas con tiembre!!!!!!). Los parlantes en cada aula que eran ¿conexión directa con el director Raúl Zerboni?...nunca pude saber si eso era cierto. Pero servía…nos obligaba a callar. Pessano, Elsa de Silvestri, Edy de Badía, entre tantas. Maestras que adoré en mi niñez.
8 de Diciembre 1975. No pudimos estrenar en la Iglesia los angelitos pintados para la ocasión, en celeste y en rosa. La comunión de mi hermana y mía se suspende. Brutal tornado deja a muchos sin techo, a mi papá con un vidrio clavado en el pie por un árbol derrumbado sobre mi casa. La tomamos a los 15 días, festejo sin familia porque no había cables, ni comunicación más allá del pueblo. Era la época de la incomunicación.
Épocas sin Internet, de lecturas plenas con libros de la Biblioteca del pueblo. Visitas asiduas ya que no existía Google, ni nada parecido. Tecnología cero. Íbamos a la “Unión Telefónica” (¿¿"hablaron"??)y hacíamos cola para que nos comuniquen con quien tenía la fortuna de tener un teléfono fijo.
Y si de viajar se trataba, sacábamos pasaje para despegar en micro junto al “Río de la Plata” que nos paseaba antes por Punta Indio.
Ojo que había micro que nos comunicaba con la Base. Había que esperarlo en la garita de la plaza. Si esa garita hablara...
Abril de 1979, pase de mi papá a Ushuaia. Dolor desgarrador en la despedida. Porque intuía que nada volvería a ser igual y así fue.
Volví en 1983 ya adolescente. Terminé allí la secundaria, en la ya EDEM Nro 2. La misma escuelita 15. Con sus recovecos, con los vuelos rasantes de algún murciélago. Romano, Sisti, Regis, Tellediarte, y tantos profes grabados en el corazón. Llegaron épocas de La Casa de la Cultura con exposiciones, charlas. Muralismo en las medianeras del terreno de la parroquia.
Indecisiones con mi carrera a seguir, que si Derecho, que si Ciencias Económicas…pero mi amigo Polo Márquez y nuestras infinitas charlas me decidieron por el Periodismo.
Cantos de gallos al amanecer. Ruido de aviones por las tardes, horas de siesta. Silencio absoluto en el pueblo. Negocios cerrados religiosamente. Y la vida volvía luego de las 5 de la tarde. Caminatas por la plaza los domingos. El sonido del silencio los fines de semana. Danza jazz y gym en lo de Toti Iriarte. Encuentros en el “Pool” frente a la plaza. Eso era “la previa”. Vueltas en auto por el pueblo. Bailes en el Club Verónica y en el salón Parroquial. Y en ocasionales boliches. “Asaltos” en casas de compañeros. Comida las chicas, bebida los chicos. Longplay y cassettes por kilos. Rock nacional a más no poder. Enganchados de Paul Lezica, lentos. En esa época necesitábamos de los lentos. Cine y fiestas en la Base. Cine frente a la plaza. Corsos, espuma y disfraces en el verano. Picnics en bicicleta al río y festejos de la primavera, carrozas incluídas. Baile esperadísimo con la elección de la Reina. Y mucho amor revoloteando los corazones.
1985 egreso y viaje a Bariloche. 1986 le digo chau a mi querido pueblo para estudiar Periodismo en La Plata. Pocas veces volví, ya que mi familia se instaló en Mar del Plata. Pero pude reencontrarme con mis compañeros en 1995: Cesaroni, Demarchi, Parera, Díaz, Christiani, Vuckovic, Badr, Zúñiga, Miele, Rey, Braco, Perasso, Castro Fox, Bekiesz, Fedyna, Barrone's, Franzoni, Larroque, Clemente, Mario, Betelú, de la Iglesia, Chiapperini's, Pissaco, Silva, Parma, Kulhavy, Mallat y muchos más.
Pero aún arrastro el ritmo tranquilo aprendido. Aún me persigue la frecuencia despreocupada que viven los que saben vivir sin apuros. A veces los aires porteños, me sacan de mi paciencia y me desestructuran un poco, pero siempre vuelvo a mi esencia. Sin histerias y sin grandes complicaciones. Porque como dicen los que saben, los primeros años de vida nos marcan a fuego.
En septiembre del 2009 tuve el placer y la emoción de acompañar a mi amigo Lalo Molina en la conducción de la Fiesta del Reencuentro y me di el gustazo de abrazar a mucha gente querida. Y por cosas de la vida no pude volver otra vez. Pero estoy segura de que cuando se organice algún otro encuentro, allí estaré, para poder volver a abrazar a tanta gente que forma parte de mi historia, de mi vida.
Todo eso y tanto más me lo llevo en el corazón. Y en este año que es de festejos, me inunda una alegría especial, saber que en su verde, en su naturaleza privilegiada, esta tierra me vio nacer.
100 años ya. Feliz festejo para todos los veroniquenses nativos o por opción. Siento un orgullo muy especial pertenecer a mi pueblo. Mi querida Verónica.

5 comentarios:

  1. ¡Qué historia tan bonita! Con tantos recuerdos...se puede leer perfectamente tu feliz, y sé que sonreías al escribir esto. Yo nací en una ciudad bastante antigua, fundada en 1531!

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  2. Muy buen relato, felicitaciones. Un beso

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  3. Hola ..recièn leo lo que escribìste..Hermoso....¡¡¡Felicitaciones!!!muy bueno..muy bueno

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