sábado, 19 de agosto de 2017

DE QUÉ LADO ESTÁS


(Humilde análisis político casero, de una casi cincuentona que leyó colecciones completas de historia argentina, y que escucha desde hace medio siglo las ideas de sus amigos y familiares  peronistas, radicales, comunistas, de la antigua ucd y el partido intransigente, liberales e independientes. Anarquistas también)

Una niña de 12 años me discutía que nunca el país estuvo peor que en este gobierno. Y sin ofenderla le explicaba que para hacer esa aseveración debía leer muchos documentos históricos y aprovechar a ver los tantos videos que muestran la realidad de los gobiernos de antaño. Sin embargo, nada la persuadió, absolutamente cegada, de que estaba viviendo los peores años de la Argentina. No le pregunté la obviedad de qué escuchaba en su casa.

A una familiar, encandilada por un muchacho por meses, se le apagó la llama apenas comentaron, en una de sus charlas kilométricas, a quiénes iban a votar el pasado domingo. Y de verdad, la cosa se enfrió por no poder aceptar los argumentos de cada uno para defender su voto.

Qué sociedad estamos formando? Hablo de las familias, los docentes, los medios masivos, los gobiernos, etc.
Nos asustamos de los locos que matan gente en Europa, fustigamos la intolerancia de las religiones enfermizas, pero aquí no nos bancamos el pensamiento del otro.
Y no es que en otros tiempos los aceptábamos, pero simplemente por dentro decíamos “este tipo está loco”, cambiábamos de tema, y nos olvidábamos del asunto. Como mucho podíamos burlarnos de algún amigo o familiar por sus ideas, en alguna reunión, pero nadie dejaba de ser amigo o novio/a por pensar distinto.
Los sentimientos siempre primaron a la idelogía.
Pero desde los últimos gobiernos, conocemos o nos encontramos con  alguien y la pregunta tácita es ¿DE QUÉ LADO ESTÁS?

Hago honor al dicho “no se habla de política, fútbol ni religión con amigos”. Pero solo en esta época. Porque hace una década atrás podía hablar y discutir sin perder amistades.
Pasan los años y nos volvemos intolerantes. Son los años? Es la madurez? Son los medios de comunicación los que nos hastían y nos hacen tirar la toalla de la tolerancia?
Tan importante es ganar una discusión que nos hacemos jueces de una división cada vez más espantosa?
Lo veo en las redes sociales. Pero qué me dicen de mis charlas con alumnos adolescentes? Qué me dicen de mis charlas con mis hijas?

Por qué ese ensañamiento de defender los pensamientos como la única verdad. Por qué esa necesidad de ofender a los que piensan distinto con publicaciones repletas de rencor y odio.

Me hastié de ver publicaciones que atacan al gobierno de turno y a los que pasaron.
Como si los políticos actuales fueran distintos. Como si estos no se pelearan con las peores ofensas y luego no se fueran a comer un asado juntos. Mientras doña Rosa y los que pispeamos de lejos, nos sacamos los ojos y nos borramos del contacto del Face.

Cuando no te etiquetás con un partido político, muchos son los que te etiquetan de “tibio”.
Y humildemente es a quienes me gustaría hacerles recordar que los “simples”, los que estamos mirando de lejos las discusiones, son los que le pagamos los sueldos a los que dicen llamarse “defensores del pueblo”, mientras se ocupan de que ninguna moneda caiga afuera de sus arcas repletas.

Me da un ataque de risa cuando nuestros políticos dicen “GANAMOS”.
Se olvida esta gente que acá no hay una competencia de quién la tiene más larga. A la nariz…
Acá estamos eligiendo todos, y en todo caso, los dueños de los votos y de su vida política somos el pueblo.
Son empleados nuestros que deberían ser los más humildes, porque tienen a un jefe poderoso: NOSOTROS.

Que si hay fraude, que si ganamos, que si no ganamos…
Pelotudeces de gente obnubilada de poder, aceptada por la corrupción enquistada desde siempre.
El fraude probablemente existe desde que lo llamaban “patriótico”, en el siglo pasado. Pero cada partido lo hace conocido según el beneficio que le provoca.

Lo que se olvidan los políticos de turno, es que los simples como yo, queremos trabajar, pagar impuestos y ahorrar. Tres derechos simplísimos, que pocos privilegiados pueden tener hay mismo, en nuestro país.

Mientras los políticos se rompen las neuronas para convencernos en las elecciones de octubre, se transforman en víctimas del adversario, lloran y conmueven frente a las cámaras.
Mientras los adoradores de cada bando, publican videos, frases agresivas, y se transforman en firmes defensores del blanco y negro…
Los que trabajamos, con la honestidad y la tolerancia, nos desenvolveremos entre grises y entre colores. Preguntándonos cómo explicarle a nuestros hijos de tantos recortes en el carrito del supermercado, entre tantos otros. Y por qué no podemos ahorrar billetes verdes en demasía, como lo hacen tantos políticos en apenas meses, ejerciendo un puesto como empleados de nosotros: EL PUEBLO.

Se puede defender la corrupción? Se puede defender el robo asqueroso frente a nuestras narices?
No entiendo a los políticos que bailan y se ríen desde hace tantos años, cuando hay tanta pobreza en nuestro país.
Cómo pueden hablar de que vamos bien si hay gente durmiendo en las calles desde hace añares. Si te roban y matan como mosquitos y ningún gobierno se hace cargo. Si venden droga de todos los colores en kioskos, boliches y donde se te ocurra, con la absoluta complicidad de quienes deberían ocuparse y cuidar de nuestra gente.
Pero cómo contradecir y poner presos a quienes te hacen rico, no? Cómo combatir la mierda que crece si la consumís y la comercializás con absoluta descaradez.

Probablemente me vuelva una “tibia”. Porque me hastía la lucha feroz por un voto. Muchos somos tan fácil de convencer!
Prométeme que voy a salir a la calle sin paranoia, que las villas de emergencia se transformarán en barrios decentes, con personas que tienen un trabajo fijo, que pueden educarse.
Prométeme que el menú de la semana va a poder tener muchos colores. Prométeme que podré hacer planes con mis ahorros.
Y ya tienen mi voto.
 Lo consiguen sin necesidad de pelearse grotescamente y dar espectáculos lamentables que avergüenzan a los que les damos de comer.










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