Eso me decía un amigo hace pocos días y quedé pensando en un par de cosas...
Porque me pregunto hasta dónde uno lastima al otro, o bien hasta dónde este te lastima.
Increíble cómo en tiempos de introspección y cambios, la visión de uno puede ser absolutamente distinta a la de años atrás. Se puede asegurar que uno se lastima solito. Porque si sos aquel que siempre espera del otro, lo más probable es que termines desilusionado y herido. Pero si aprendés a disfrutar de vos mismo. A quererte. A mimarte. Es mucho más difícil lastimarse en serio. Porque no esperás nada de nadie.
Con el tiempo uno aprende a no esperar. Absolutamente nada. Te ocupás de tus cosas. No pedís ayuda a nadie. E increíblemente te sentís mejor.
Porque nadie puede darte lo que no siente.
Y por otra parte.... lo más maravilloso que se logra... es a enfrentar el NO. Poder decir NO. Sin culpas. Y poder señalar lo que no te gusta en el mismo tono que usan los demás para señalarte sus diferencias.
Sí, algo tan obvio, pero que no sabías hacer. Y aprendiste.
Sos feliz por tantas cosas que saboreás. Y podés reconocer que desde que liberás muchas cadenas autoinfligidas, la alegría te llena de cosquillas el alma.