viernes, 21 de noviembre de 2014

MENTIROSO COMPULSIVO

 
Dicen que las mentiras tienen patas cortas y yo soy quien más defiende el refrán. Muchas veces he metido la pata por mentir y cada una de las mentiras de mi vida han sido descubiertas. Es que hay gente que no hemos nacido para mentir. Somos aquellas que aunque nos cueste enfrentarnos a las cosas de cada día, damos vueltas, inventamos excusas y seguimos dando vueltas, pero al final terminamos diciendo la verdad que tanto nos cuesta.

Sin embargo hay otros  que simplemente no pueden enfrentar la verdad y se transforman en MENTIROSOS COMPULSIVOS.

Son los que aunque tengan la posibilidad de decir la verdad, sin que peligre ninguna cosa de su vida, igual mienten. Mienten por miedo, por vergüenza, para justificarse, mienten y mienten, ya por costumbre. Porque sí.
Mienten y se olvidan de que mienten. Luego discuten sobre algún recuerdo compartido en la familia, porque se olvidaron que habían mentido.
Son los que si están en el baño, dicen que están en el supermercado. Si aún no salieron de casa, dicen que ya están en camino.
Son los que piden al otro "decile que no estoy" o los que no atienden llamadas y dicen que su teléfono es un desastre.
Son los que no pueden enfrentar la realidad, porque saben que no están haciendo las cosas bien.
Son los que no pueden decir la verdad porque saben que están lastimando a personas con corazones buenos.
Son los que no pueden decir la verdad porque se les cae la careta invisible,

Todos los días elegimos.
Todos los días elegimos la verdad o la mentira.
A veces, en mi caso,  digo que elijo la omisión.
Porque omitir no es mentir, y me siento mucho mejor cuando no digo lo que debería. Pero no miento. Eso no. Porque cada mentira es una lágrima.
Hay veces en que todos nos volvemos cobardes, pero es apenas un momento, no obstante hay otras personas que no pueden dejar de abrazarse a la mentira.
Esquivan verdades, esquivan realidades, y sienten que dentro de su ficticio mundo , las mentiras son verdaderas verdades.
Y cuando se miente reiteradamente, ya se hace tan difícil creer.
Un MENTIROSO COMPULSIVO sólo puede enfrentarse a la vida con la mentira.
Soy de las que prefieren la crueldad extrema en los sentimientos, ante que la mentira despiadada. Porque así es como se vuelve la mentira, despiadada.
Yo también tengo miedo.
Yo también me siento una niña muchas veces.
Pero pese a las dificultades, siempre emerjo como el ave fénix.
Y siempre renazco cuando se disuelven las mentiras.
Me descubro cada día.
Me quiero más cada día.
Y ya sé que jamás podría vivir en la mentira.




sábado, 8 de noviembre de 2014

SHOCK DE KERATINA


Doy fe que esto es real

Jamás creí que un peinado te puede cambiar la vida. Pero sí, te cambia. Les cuento el por qué.

Mi pelo lacio de niña se transformó en ondas a partir de los 14 años. Allí parece que las hormonas hicieron lo suyo y transformaron por completo mi ,hasta ahora, cabello con caída bien recta. Aunque también las sucesivas "permanentes salvajes" desde los 15 hicieron lo suyo.
El tema es que cuando dejé de hacerme permanentes descubrí a los 20 años que mi pelo se había llenado de "dibujitos", como alguna vez me lo describió un querido amigo.

A los 15 años me hice mi primera permanente y puedo afirmar que cada vez que veo las fotos me observo y ya sé cómo seré de abuela.
Aún no puedo entender qué célula de mi cuerpo se activó para desear tanto enrular mi pelo. En una oportunidad, mi segunda permanente, me cortaron el pelo para sacarme "las puntas quemadas", me explicaron, luego me pusieron los viejos bigudíes. Y cuando me los sacaron, creo que ni la peluquera podía creer el mínimo tamaño de mis rizos. Parecía la antigua "croqueñol" de las viejas de antes. Puedo aseverar que me convertí en mi propia madre, o en mi propia abuelita, con sólo 16 añitos. No quería ir a la escuela. Pero obligada fui, y allí tuve que soportar las burlas de mis compañeros y el comentario sorprendido y compasivo "...parecés...más grande..." de mi adorada profesora de lengua.
Una y otra vez seguí haciéndome ondas con la idea que era lo mejor que me quedaba. Aún no sé quién me lo decía, o de dónde lo saqué.

Dejé de hacérmelas luego de los 20, allí comprobé que mi pelo natural seguía con rulos grandes, más bien ondas, justo el pelo que siempre quise tener.
Pero insistí y una vez más me hice a los 25 años y otra a los 32 cuando estaba embarazada de mi niña más pequeña. En esta última me quemaron el pelo y tuve que cortármelo y cortármelo. Cada vez que iba a la peluquería, muy seguido, me lo cortaban un poco. Nació mi hija e inmediatamente me lo corté a lo varón. Y me teñí de rojo.
Parecía un fosforito.
Pero la verdad es que reconozco que me quedaba bien. El rojo me queda bien.
Debe ser la personalidad escorpiana.

Igualmente el pelo creció, dejé el rojo y volví a mi rubio oscuro original. Allí mi pelo creció como quiso. Y comencé por años a cortármelo desmechado para que se me hicieran bucles naturales. Luego cerca de los 40 comencé con reflejos. Hasta transformarme en la típica rubia cuarentona.
Pero las canas quisieron borrarme la prolijidad de mis bucles y comenzaron a frizzármelos a más no poder.
Dejé de hacerme reflejos hace un par de años, y luego de la publicidad positiva de mi hermana y los medios de comunicación, opté por probar el famoso SHOCK DE QUERATINA.

Cuando salí de la peluquería me fue a buscar mi papá, y me dijo sorprendido "qué bien que te queda. Así me gusta, así te tenés que peinar". Y ese es el mejor comentario que puede venir de él, de pocas palabras y pocos halagos. Creo que fue una forma de decirme "qué despeinada estabas antes".

Una vez hace años le pregunté a mi hija pequeña cómo me veía ella cuando iba a buscarla a la escuela y me dijo "despeinada", dejándome con la boca abierta, porque esperaba un "linda como siempre".

LAS BONDADES DE LA QUERATINA:
La cuestión, es que desde ese bienaventurado día de julio de 2014, puedo asegurar y confirmar que me cambió la vida. Los planetas deberían haber estado alineados o algo así.
Porque desde entonces me tratan bien en todos lados. Hago trámites y me tratan más correctos que de costumbre. Lugares donde apenas me registraban ahora me tratan con respeto. Unos antiguos vendedores del barrio se pelean por atenderme, en broma pero yo creo que hay algo de cierto. Cada persona que me cruza me dice que me saqué varios años de encima, incluídas mis hijas y mi familia.
Conseguí trabajo apenas lo solicité al instante y día a día son más los logros y las satisfacciones.

En fin, muchacha, a vos te hablo. Si tenés alguna duda sobre probar las virtudes de la queratina, te lo digo yo, que la probé,  que es 100% confiable. Te deja el pelo como terciopelo, peinada como de peluquería las 24horas del día y aumenta tu feeling segundo a segundo.
¿Qué hacés que no vas corriendo a probarla? Te emprolija, te embellece, alisa tus rebeldías y acrecienta tus virtudes. ¿Qué más?

Ahora espero mi recompensa. Semejante publicidad de queratina no es gratis, ¿o no?

Guardo las fotos que me sacó mi hija mayor antes y luego de hacerme el famoso shock. Puedo afirmar que podría vendérselas a la peluquería donde me lo hicieron. El cambio es tan notable que me emociona.
Por fin soy una dama prolija.


CRISIS NECESARIAS. CUANDO LA DESILUSIÓN NOS HACE CRECER


 La cuestión es que no paro de aprender.
Cada día es una nueva lección de vida y cada día voy acercándome a mi eje. Ese que meses atrás se me había desplazado tanto que ya no sabía dónde estaba parada.

Muchas veces en la vida nos perdemos un poco. Y soy una convencida que cuando se es una buena persona las cosas pasan para aprender de ellas.
Yo digo que nací hace un año, cuando la desilusión me arrastró a los peores sentimientos. Pero cual Ave Fénix, puedo afirmar que me convertí en un bebé sabio en poco tiempo.

Como alguna vez leí, las crisis las odiamos pero nos hacen crecer. Nos cambian las perspectivas y son tan necesarias como dolorosas.
Cuando hablamos de crisis hablamos de cambios en toda índole. Hay crisis en la economía, crisis en la política, crisis la salud, crisis en la educación.
Y hay crisis en las amistades, en las familias, en los matrimonios.

Puedo afirmar hoy que dicha crisis nos sacude y nos señala los puntos que se deben mejorar en nuestras vidas. Sin esta crisis andamos en automático y probablemente ni nos demos cuenta de lo que está mal, o simplemente dejamos para mañana lo que nos exige pensar.
Sin estos sacudones probablemente seguiría siendo el ser gris en que me había convertido estos últimos años.

Las crisis en los matrimonios pueden ser sólo lecciones, o pueden ser verdaderos problemas cuando uno de los protagonistas prefiere mirar fuera del hogar mientras se jacta de la familia que tiene ante los demás.
Es muy fácil caer en crisis cuando nos rodean en el trabajo gente de escasa moral que  se entregan a hombres y mujeres con familias, con todo egoísmo, sin importarles la familia ensamblada que tengan.
 Y es muy fácil caer en crisis cuando además por muchos motivos, necesitamos y queremos volver a la vida que llevábamos de soltero/a. O de adolescente inclusive.
Pero también se cae en crisis cuando alguien tiene conductas enfermizas sin saberlo, que enferman inevitablemente las conductas de quienes lo rodean. Y el amor se destroza y se esfuma.


Estas crisis son una suerte de jabón líquido para algunos.  Porque lava la verdadera cara de las personas y las nuestras también. Y aunque nos carcome la desilusión, sabemos que era necesario saber con qué personas contábamos, conocernos  y conocer bien a quién tenemos a nuestro lado.
Es en tiempo de crisis cuando conocemos realmente a una persona y cuando nos descubrimos a nosotros mismos.

En las crisis pueden pasar infinitas cosas. Puede pasar que nos duela ver como la persona que alguna vez amamos nos diga descaradamente en nuestra cara que no quiere tener una familia. Cuando ya tiene hijos adolescentes que la necesitan. Y cómo se le explica a sus hijos los olvidos, las ausencias. Porque una madre sólo puede ser madre.

Soy feliz porque puedo disfrutar de mis hijas cada mañana. Amo abrazarlas cada día, recibir su cariño cada día cuando llego del trabajo. Son mi ilusión, la razón de mis madrugadas y mis trasnoches. Porque se merecen la felicidad más grande, la dicha más gigante. Son dos corazones bellos que me hacen el ser más rico del mundo. Aunque la vida pase, y ellas hagan su propia vida, siempre estaré saboreando los tiempos compartidos, únicos e irrepetibles.

La vida me ha golpeado varias veces, pero lejos de tirarme, me ha hecho más dura y aguerrida. Nadie puede contra mí. Hoy soy invencible.